El erróneo encuentro con la Esmerlada
De cómo Stefi se hizo con una esmeralda Chaos… (Relato
anterior a su incorporación como agente. Stefi es relativamente nueva en el uso
de sus poderes, gracias a la esmeralda que llega a sus manos. No sabe, hoy en
día, tener un control total de sus propios poderes acuáticos)
OoOoO
“¿Torpeza?”
Stefi era una
zorra violeta de casi dieciocho años, oriunda de Wetside Island pero criada en
una reciente isla que, donde ella vivía, se conocía el lugar como “Fox Town”.
Al ser un lugar “nuevo” (apenas trece años de existencia) y, en donde faltaba
mucho por hacer (pues habían salido de una guerra hacía poco), junto con otros
jóvenes del mismo lugar, era una de las tantas encargadas de llevar y traer
víveres y demás cosas necesarias para su hogar. Estos víveres los conseguían de
otras ciudades mucho más céntricas. Justamente, aquél día, se encontraba yendo
a Station Square, en una pequeña embarcación. En realidad, había ido de
“colada”, porque, simplemente, iba a cambiar la tira de su colgante que se
había roto, ya que la tira era de un material especial que, en su isla, no se
encontraba. Y, además, aprovechaba para traer algunas cosas que le habían
encargado.
Se separó del
grupo con el que iba, adentrándose en la bulliciosa ciudad y esquivando gente a
diestra y siniestra, hasta llegar a una joyería, donde le pusieron una nueva
tira resistente a su colgante y, lo volvió a lucir, encantada. Pagó y, con una
sonrisa, fue a hacer sus recados, que no eran muchos: una caja de lámparas y de
otros materiales eléctricos que poco entendía ella de qué se trataba.
Stefi iba con
esas cosas en una gran mochila con ruedas para hacer más cómodo el transporte.
Dejó aquéllos paquetes en la pequeña embarcación (que estaba amarrada a un
muelle) y volvió para el centro, pues aún le quedaba mucho tiempo y quería
aprovechar al máximo el día con una de sus actividades preferidas: caminar y
explorar.
Ya lo tenía todo
planeado: deseaba caminar por Mystic Ruins, pues se había quedado intrigada,
luego de leer acerca de unas joyas misteriosas que parecía que sólo podían
usarlas los miembros del famoso “Sonic Team”, como decía aquél escrito y, de
haber leído acerca de grupos de unas criaturas que anhelaba ver que se conocían
como “chaos”. Se dirigió, tarareando, hacia la estación de trenes de Station
Square, rumbo a Mystic Ruins.
Mientras
viajaba, recordó que, aquél libro, decía que el taller mecánico del miembro
“Tails” del Sonic Team se encontraba allí. ¿Lo vería, tal vez?, se preguntó a
sí misma, esperanzada, mientras lanzaba un suspiro al aire y miraba por la
ventana.
Se sorprendió al
escuchar por el altoparlante del tren la voz de una mujer que anunciaba que
habían llegado a la estación de Mystic Ruins. No sabía que era la estación
contigua, por lo que se puso de pie y descendió del transporte.
Exclamó un pequeño
gritito cuando vio la altura en la que se encontraba: eran muchos metros hasta
abajo y hacía límite con el mar. Bajó lentamente por la escalera de madera,
aferrándose a la baranda, y se fascinó por la espléndida naturaleza del lugar:
un brillante césped fino, altas paredes de piedra que formaban cuevas y algunas cabañas solitarias alrededor. Había
leído que, en ése lugar, iban muchos a investigar, pues se encontraban cosas
fuera de lo común que llamaba la atención de investigadores y exploradores.
La zorrita
comenzó a caminar, fascinada. Luego de media hora y sin encontrar el taller que
quería (tenía un sentido de la orientación algo flojo), se topó con un
cristalino lago, envuelto en una enrome pared de piedra altísima y, en donde
vio tal cantidad de criaturas “chaos” revoloteando por ahí que no puedo evitar
una amplia sonrisa.
Cautelosa de no
asustarlos, Stefi se aproximó a la gran colonia, lentamente, y se sorprendió de
ver lo agradables y cariñosos que eran, en su gran mayoría: se le acercaban y
la invitaban a entrar al lago, con ellos. Parecía que querían jugar. Ella soltó
una risita y se quitó sus botas para poder poner sus pies en el agua. Como
tenía puesto un short corto, no tenía problema alguno en mojarse las piernas,
después de todo, ¡a ella le encantaba el agua!
Al entrar más,
vio toda clase de chaos: celestes, verdes, rojos, multicolores, con cuernos,
con colas, ¡había de toda clase! Ellos jugaban alegremente con su nueva amiga,
quien reía divertida.
De pronto,
vislumbró un chao sentado en… ¿un viejo riel de tren? Extrañada, se acercó y
corroboró que, efectivamente, se trataba de un riel abandonado. Además, se topó
con la entrada a una cueva. Stefi vio que el chao volaba frente a ella y daba
algunas piruetas: a la zorra le pareció encantador, pues era de piel rosa
pastel con blanco y alas de un rosa más fuerte. Le parecía tan adorable y
simpático que pensó que le gustaría tenerlo como mascota, pues nunca había
tenido una y, además, les podía enseñar a los miembros de su comunidad como
eran los “chaos”.
Sin que se lo
esperara, el chao rosa fue volando en dirección contraria a la de Stefi,
adentrándose en la cueva. Sin pensar, la zorra fue corriendo tras el chao.
Se detuvo cuando
se percató de que estaba muy adentro, muy oscuro y casi no distinguía la
salida, ya. Se maldijo a sí misma y, tanteando las manos con la pared, empezó a
caminar en dirección a la salida. El llamado de aquél chao que perseguía la
sorprendió, pero siguió caminando hacia la salida: tenía un mal presentimiento
de la cueva.
En medio de la
oscuridad, chocó cara a cara con la criuaturita rosa y volvió a maldecir su
torpeza. No lo veía, pero el chao la jaló por los bigotes de su rostro.
— ¡Ay, ay, ay! —Se
quejó y se apartó como pudo al chao—. ¿Qué quieres? —le preguntó, adolorida, muy
confusa. El chao la hizo avanzar, empujándola, del lado contrario a la salida—.
¡Oye, no! ¡Quiero salir!
Fue un momento
de forcejeo tal, que Stefi se tropezó con sus propios pies y cayó de bruces al
suelo (un piso de piedra con varios centímetros de agua), lastimándose los
brazos que usó para amortiguar la caída. Dijo algunas palabras feas e intentó
“mirar” en esa oscuridad, al chao que la estaba sacando de quicio: a duras
penas lo distinguió y quiso tomarlo entre sus manos para que no le hiciera nada
más. Se intentó poner de pie. Cuando su húmeda mano tocó la fría pared de
piedra, el lugar se iluminó de un blanco muy fuerte.
Y Stefi no
distinguía nada: sus ojos celestes, quienes se habían acostumbrado un poco a la
negrura de la cueva, ahora debía adaptarlos a una fuerte luz que la cegaba.
Una dulce voz se
hizo en su cabeza, una voz suave y dulce de mujer que nunca había oído.
—Chaos es poder, poder enriquecido por el
corazón… —sin que ella lo supiera, estaba hablando. Sí, ella misma hablaba
aquéllas palabras extrañas, las repetía de su mente, y sintió algo extraño que la invadió por
completo: le daba calor y se extendía a cada parte de su cuerpo. Luego, cayó
rendida al suelo mojado…
Parecía que se
había lastimado la cabeza cuando logró incorporarse, una vez recuperada la
consciencia de nuevo: aún estaba en aquélla cueva, toda empapada y sentía un
fuerte dolor en su cabeza. Ella no lo vio, pero a su lado seguía el chao rosa,
flotando. Con dificultad apoyó sus manos en las paredes y caminó hasta la
salida de la cueva. Parecía tener el cuerpo pesado y sentía que la humedad del
agua se le metía en el cuerpo.
—Vaya día
espantoso —comentó malhumorada. Cuando tuvo de vuelta los tenues rayos del sol
de la tarde sobre ella, un nerviosismo
le recorrió todo su ser: se apresuró a ir por sus botas para volver rápido a la
embarcación que la llevaría a casa, pues partían al anochecer, apenas el sol se ocultase y las primeras
estrellas aparecieran en el firmamento.
El chao que la
siguió todo día se hizo visible ante sus ojos y se puso en el medio de ella,
mientras corría, como queriéndole decir algo: Stefi no pudo prever que se le
interpondría y volvió a caer al agua, en el fondo del lago. Esta vez, se había
mojado por completo.
Salió del agua,
completamente enfadada por su propia torpeza y, al caminar hacia sus botas,
pisó una piedra algo puntiaguda que casi le lastimaba su desnudo pie.
— ¡Pero por
todos los demonios! —Gritó y pateó enfurecida la piedra—. ¿Pero qué…? —los
chaos parecían “danzar” al unísono y daban vueltas entre ellos, mientras
parecían entonar una extraña canción. La zorra veía que el agua se iluminaba,
se iba quedando blanca en lugar de transparente y algo extraño volvió a emerger
que la invadió, otra vez: era aquélla sensación de bienestar y calidez, como en
la cueva.
—Los servidores… Poder enriquecido por el
corazón… —volvía a ser ella misma la que hablaba y repetía, mentalmente,
esas frases, mientras su cuerpo se movía de manera extraña. Luego, pareció
estar como en un trance en el cual no notó que un brillo morado emergió luego
de decir aquéllas raras palabras, hasta que todo cesó y se percató de la
realidad de nuevo: el sol apenas se veía y amenazaba con ocultarse. No
recordaba nada de lo de hace un momento.
— ¡Rayos! —y
salió disparada hacia la orilla, pateando una piedra en el camino, que el chao
rosa se encargó de recoger, sin que ella lo viera, pues estaba muy apresurada:
se calzó sus botas y corrió lo más rápido que le daban sus piernas hasta la
estación de tren. Se preguntaba si llegaría.
El chao rosado
la siguió al vuelo, mientras gritaba, pero la zorra no escuchaba: ¡tenía que
irse o, de lo contrario, se irían sin ella! Había un tren parado en la estación
y vio al guardia que daba un pitido con su silbato: ¡justo a tiempo! Ingresó en
el transporte y las puertas eléctricas se cerraron tras ella. Relajada, vio que
era la única en aquél vagón y fue a sentarse. Cual no fue sorpresa al sentir
que el chao rosa le tironeaba de la cola, débilmente, con un bracito.
— ¿Y tú qué
tienes? —le preguntó, extrañada y lo tomó en brazos: sintió algo duro entre los
brazos de la criatura. Lo levantó a la altura de sus ojos y distinguió una
joya, una joya de un morado oscuro con forma de
esmeralda.
Y, en ése
instante, se percató de que ya no estaba mojada… Claro, si había sentido cómo la humedad se le iba metiendo dentro del cuerpo y
había sentido algo extraño, pero que no recordaba qué. No sentía dolor
alguno ni tenía algún rastro de herida.
Miles de
preguntas le atosigaron la mente: ¿aquélla joya era suya? ¿Cómo había aparecido?
¿La esmeralda la había sanado? ¿Por qué estaba seca? Y, sobre todo, ¿de dónde
demonios había salido aquélla joya?
De alguna forma,
se sintió como si una gran cascada de agua le invadiera el cuerpo: un torrente
de agua sin control se le metía en cada rincón de su ser. Y Stefi no comprendió
absolutamente nada…
Regresó con la
embarcación que casi zarpaba sin ella. Se las ingenió para ocultar la piedra
morada de alguna forma y decirles que ese pequeño chao la había seguido. La
terminó llamando “Ready”, porque sonaba parecido a un apodo suyo…
Luego de un
semana, soñaba continuamente con ella misma mientras repetía la frase “Chaos es poder, poder enriquecido con el
corazón”, mientras daba piruetas raras en la cueva de Mystic Ruins. Luego
de varios de días de pensar en aquél sueño, en donde unas grandes corrientes de
agua la envolvían, el recuerdo de que ese sueño había sido real se le hizo muy
presente y se asustó: ¿Ella acaso… había creado una joya? ¡No, qué va! ¡Si ella
era tan normal como cualquier otra chica!
Pero no fue
cierto: empezó a salir de ella agua, como si de un río se tratase, salía agua de su cuerpo sin que ella se diera
cuenta… Tardó mucho tiempo en controlarla. Y aún no lo logra. Todos los días
entrena sus débiles poderes acuáticos que, “torpemente” habían emergido de ella
por haber creado “por error”, como solía decirle a su mejor amigo Gaeity (un
zorro de piel rojiza), una esmeralda muy similar a las del Chaos…
No entendía
ni el cómo ni el por qué, simplemente, había surgido, así como así. Él se quedaba
ayudarla todos los días, hasta el de hoy, a entrenarla en sus nuevos poderes.
“Ready” se quedó con ella y jamás comprendió
su completa torpeza al pronunciar aquéllas palabras raras de la cueva… ¡Vaya
tonta había sido! ¡Ahora debía practicar mucho para tener controlados aquéllas
aguas que amenazaban con salir de su cuerpo a cada instante!
OoOoO
Agradezco especialmente a mi amiguita “Amy Rose” por haberme dado la
idea de que la torpe de Stefi creara una esmeralda sin que se diera cuenta xD
Creo que quedó más serio de lo que yo pensaba, pero bueno… Será cuestión de
tiempo y costumbre hasta que me salga algo más “gracioso” xD ¡Ténganme
paciencia! ¡Adoro escribir drama y la comedia me sale horrible!
¡Saludos! :D
Escrito por Ruedi, alias Stefi The Fox.